PERVERSOS FRUSTRADOS: ALFIL

TRAS LA VERDAD

El transporte público urbano en la Capital queretana siempre ha sido de apetito para algunos grupos, ese pulpo que con el paso del tiempo creció y desbordó hasta llegar al desorden, para convertirse en un instrumento de presión política de grupos ajenos y aviesas intenciones.

Curiosamente en el sexenio del Arquitecto Antonio Calzada Urquiza, se modernizó el transporte urbano con la llegada de los “minibuses”, único transporte que podía cruzar las calles céntricas para evitar mayores males a la infraestructura urbana, pretendiendo dejar atrás los viejos camiones largos y “brincones”. Aquellos camiones que aun transitaban por Cinco de Mayo, frente a la entonces Presidencia Municipal. Mejoró el transporte urbano.

Con el paso de los años la ciudad capital creció y las necesidades de transporte urbano también. Se crearon nuevas rutas. Se amplió el número de camiones y en cada proceso electoral se les pedía “participación” a los concesionarios. Entre el gobierno del Estado y concesionarios crearon rutas y más rutas, metían camiones y más camiones hasta generar un conflicto vial que a nadie importó.

Los choferes hicieron suyas calles y avenidas, se apropiaron de las vialidades disputándose el pasaje, entre más usuarios más dinero; los mismos usuarios rompieron el orden que prevalecía en Querétaro, exigiendo a los choferes hacer paradas en cualquier lugar, ya sea en el inicio de la “cuadra” o al término, incluso en medio de la calle para evitar que alguien osara rebasarlos y ganarles el pasaje. Vendieron, regalaron y ofertaron concesiones en exceso.

De tal suerte que las rutas se multiplicaron, unas buenas –decían- otras malas, pero había para todos los choferes y concesionarios. Luego se vinieron invasiones de rutas lo que provocaba problemas internos que pasaban desapercibidas por los consumidores del transporte público. Las organizaciones de transportistas crecieron hasta ejercer presiones que influyeron en las leyes del transporte público. Los gobiernos entre que consentían y les temían –a concesionarios y choferes- permitieron la creación de un “monstruo” de mil cabezas. El colmo se dio a la conclusión del sexenio panista de Francisco Garrido Patrón, quien se comprometió a mejorar el transporte y nada hizo, excepto aumentar el precio del pasaje cuando perdió las elecciones del 2009.

Treinta años después, José Calzada asume el poder y en sus manos dejaron intencionalmente un “polvorín” en el transporte público capitalino y municipios conurbados. Un servicio pésimo y caro, con la presión ciudadana para que bajara el precio autorizado por su antecesor. Muchas reuniones se realizaron para entraran en razón concesionarios y choferes sobre la necesidad de dar un servicio de calidad, a precio competitivo y eficientar rutas en beneficio de los usuarios. El monstruo de mil cabezas se resiste entrar al orden y dificulta cumplir con el objetivo. Grandes intereses oponen resistencia, amenazan con paros y bloqueos. Curiosamente, aquellos que hace 6 años generaron intencionalmente inestabilidad política hoy quieren volver a gobernar.

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