“Frecuencias”.
La desinformación siempre ha estado presente en cualquier etapa histórica de la humanidad.
En días recientes, esa ha cobrado forma en territorio mexicano, donde el detonante principal fue el denominado “gasolinazo” y su efecto pernicioso para la economía de los que habitamos esta nación.
También tiene un engañoso sentido, que denota falsedad y evoca las negativas emociones o encontrados sentimientos de las personas, generando, las más de las veces incertidumbre y ansiedad. Al agravarse, también puede trascender, en casos extremos, al surgimiento de estados de pánico generalizado o crisis de angustia.
En síntesis, la desinformación trae implícito modificar la conducta de las personas mediante el arte de la persuasión, con la finalidad de ejercer influencia en la opinión pública y en la conducta de la misma sociedad; el objetivo medular es que se adopte una conducta determinada.
Se ejerce influencia en la gente a través de la engañifa; el arma es la burda y vil mentira, aderezada y se ha estado capitalizándose recientemente por medio del uso generalizado de las redes sociales.
Estas últimas, han sido las portavoces de muchos mensajes deliberadamente desproporcionados y bastante atemorizantes, en el sentido de que la población debería andar con mucho cuidado y evitar salir a las calles, para no promover el ansiado pretexto del gobierno y con ello se justificarían las acciones de fuerza, por parte del estado mexicano.
Al parecer, en los primeros siete días sí tuvo dicho efecto atemorizante. Se intentó sembrar el miedo, con ejemplo claro que sirve de ejemplo en la población, a través de diversas acciones de inteligencia, acompañada de estratégica, aunque algo rupestre difusión mediática, que casi siempre surgen en las operaciones de guerra psicológica.
De lo antes expuesto conviene destacar que uno de los aspectos recurrentes que se evidenció entre la población fue, sin lugar a dudas, la ansiedad.
Esta es una respuesta natural del organismo humano, que aparece ante una situación que puede poner en riesgo la vida de las personas.
Es un mecanismo adaptativo, se utiliza para adaptarse a distintas situaciones de cambio. El organismo responde con cambios fisiológicos secretando neurotransmisores (serotonina y la noradrenalina) que genera una reacción a nivel de la conducta (ataque o huida) frente al peligro.
Las principales alteraciones fisiológicas son: hiperventilación, problemas digestivos, palpitaciones cardíacas, tensión muscular, entre otros.
Además, en cuanto a lo cognitivo-conducta, por lo regular, se presenta lo siguiente: disminuye la capacidad de atención-concentración, también se reduce la capacidad de resolver problemas, desorganización y confusión, temores, etcétera.
Hay distintos niveles de ansiedad, pueden ser desde leves, moderados o severos. En esta última fase se presentan ataques de pánico o crisis de angustia.
Respecto a éstos, la principal característica es la aparición aislada y temporal del malestar y del miedo (de carácter intenso), en ausencia del peligro real.
La crisis de angustia inicia de manera brusca y logra su máxima expresión rápidamente, en 10 minutos, o menos; se acompaña de la sensación del peligro o de muerte inminente y de necesidad de escapar de manera urgente.
Pueden también presentarse –aparte de los anteriores- otros síntomas, como la despersonalización o “des-realización”, o el miedo a perder el control o de “volverse loco”.
Existen algunas características de crisis de angustia, como las inesperadas, donde el ataque se percibe como espontáneo y sin causa alguna.
Son elementos “situacionales”, desencadenadas por estímulos ambientales; predispuestos por determinados sucesos. Pueden ser externos o internos.
En fin, pareciese que la suma de recalcitrantes y variadas informaciones registradas recientemente cargadas de falsos e intransigentes rumores, por demás de imprudentes tuvieron efecto los primeros cinco días; amainó el mismo afortunadamente al darse cuenta la gente que las manifestaciones públicas fueron creciendo en 17 de las 32 entidades federativas. La mayor parte de ellas se registraron de manera tranquila y civilizada.
Lo desafortunado fue el saqueo de poco más de 100 estaciones de gasolina de las más de mil ubicadas en la Ciudad de México, además de los hurtos en 35 Centro comerciales registrados en el Estado de México. O bien de algunas casetas de peaje ubicadas en Sonora, San Luis Potosí, Guanajuato, en las carreteras de México-Querétaro, México-Puebla, en la México-Cuernavaca y de los tramos de Veracruz, Oaxaca, Tamaulipas, Tabasco y de Chiapas que fueron tomadas, permitiéndoles a los automovilistas y transportistas a transitar sin hacer el pago correspondiente.
Se cree también que muchos de los desmanes fueron provocados por grupos pertrechados y apoyados por el mismo gobierno federal, que orquestaron hurtos y robos en pandilla a múltiples establecimientos mercantiles.
Con la desinformación, la gente no sabe cómo reaccionar y actuar a tiempo. Con ello se incrementa la incertidumbre social, de la cual muchos sacan raja importante.
Como cierto antídoto de la “Psicología de masas”, la ciudadanía no debe reproducir mensajes que propician el miedo; no compartamos información que no haya sido corroborada. No hay que prestarnos a la difusión y réplica de falsos rumores. Evitemos el pánico.
Hagamos todos consciencia de la importancia de nuestra mesurada participación social. No caigamos en provocaciones, mucho menos hagamos eco, ni tampoco seamos voceros de la instigación. Eso no le beneficia a la gente común.
Los lamentables hechos descritos anteriormente forman parte de las “retorcidas mentes” de instigadores profesionales, cuya finalidad obedece a perpetuarse y enceguecerse en el poder. En última instancia, de aniquilar a todo aquello que no les produzca un beneficio a través de la política y de la economía.
Desafortunadamente, estos aspectos han estado presente en la mayoría de las tragedias que han empañado a la historia de la humanidad; de ello no escapa nuestra nación.
Justifican el uso brutal de la fuerza pública; manifestándose el claro deseo de la manifestación del poder de unos sobre otros, en cuanto a la manera de dirigir el rumbo de la nación, pasando por encima de la mayoría de los habitantes.
El llamado “gasolinazo” sólo sería la “punta del iceberg”.
El precio de la gasolina más barata, la “Magna”, asciende a los 16.99 pesos por cada litro, es decir aumentó dos pesos; hasta el pasado 31 de diciembre el costo era de 14.99 pesos por litro.
Paradójicamente, Pemex importa del estado de Texas (Estados unidos de América) gasolina refinada, misma que México les exporta y recibimos de ellos con esa transformación, a razón de 8 pesos por litro. Pemex como simple y vulgar “intermediario” o “coyote” nos la vende a poco más de lo doble.
Por esa simple y descabellada operación el gobierno federal obtendrá este año recursos adicionales cercanos a los 300 mil millones de pesos. Adicionales a los benévolos y despiadados impuestos que la secretaría de Hacienda y Crédito Público, a través del SAT, se encarga de cobrar con la cuchara grande que fue propiciada mediante las denominadas “tóxicas” Reformas Fiscales, en el que cada mexicano paga más del 80% de impuestos de sus ingresos.
Recordemos también que el Congreso mexicano aprobó la banda del 3% a la baja y o al alza en los precios de los hidrocarburos, como mecanismo flexible del precio máximo observado en el año 2015; éste no fue respetado por el Ejecutivo Federal.
Se supone que para el año próximo ya habrá libre y mayor competencia en el mercado petrolero en nuestro país; en el que los precios estarán sujetos a la libre oferta y demanda de las empresas que participen en dicho proceso comercial.
No cabe duda que todo este apartado es bien tramposo y además se presenta como un verdadero problema de insensibilidad político-social de parte de la administración del gobierno de Enrique Peña Nieto. Este ha sido completamente Ineficiente, en su ejercicio ha dado muestra de actuar de manera desproporcionada, es un claro y craso error político para el PRI-Gobierno; la administración pública del presente gobierno simplemente No despunta.
Menciono lo anterior, porque se estima que algunos perniciosos efectos derivarán en el aumento de cascada de precios directos e indirectos, como son: incremento al precio por el consumo del gas (licuado a presión o LP), costo por el uso de la energía eléctrica doméstica, de comercios e industrias.
Se avecinan también muy probables aumentos en precios del transporte público de pasajeros (foráneos y urbanos) y de la carga que hacen llegar productos perecederos para consumo humano, entre otros más. No olvidemos que parte de la generación de energía eléctrica utiliza el diésel.
El costo de la gasolina en el precio del transporte sin duda impactará entre un 15 y un 20%.
El transporte representa el 40% del costo logístico de las empresas.
No hay ningún sector comercial o industrial que escape del impacto indirecto por el incremento en los precios de los distintos tipos de gasolina.
Se conoce que el costo de la gasolina incide en el precio y en los niveles de inflación en general. Según datos recientes difundidos por el INEGI, el precio de la gasolina dentro del llamado Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) es del 3.68%.
El INPC mide la variación del precio de 283 bienes y servicios representativos propios del gasto de los hogares en México. El renglón de alimentos, bebidas y tabaco en el INPC es del 24%. El sobrecosto para los productores se trasladara. Como siempre, al consumidor final.
Es muy probable que todos los sectores empresariales involucrados estén ajustando sus tarifas de productos y servicios, provocando invariablemente a los niveles y consecuente aumento de la inflación. Una vez más, se registraría la espiral inflacionaria, presente con mucha fuerza en todos los sexenios de gobierno, desde el de José López Portillo, con Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, en menor medida con los de gobiernos panistas de Vicente Fox Quesada y de Felipe Calderón Hinojosa, cobrando forma (de nuevo) con el actual, del priista Enrique Peña Nieto.
El efecto negativo del “gasolinazo” le pegará en gran medida al bolsillo de los sectores medios de la población, de los que cuentan con ingresos que oscilan entre los 15 mil y 30 mil pesos mensuales.
Por cierto, ante la general indignación de la gente, hemos observado que los dirigentes nacionales de los principales Partidos Políticos y de los “representantes del pueblo” (Diputados locales, federales y Senadores) no han reaccionado a favor de los afectados: el pueblo de México, que de manera directa o indirecta le afecta y le afectará.
El común de la ciudadanía se encuentra inerme, no estamos “blindados”; escapan de ello los miembros de la Élite Clase, de la “Alta Política”, los mismos que siempre acostumbran medrar, a costa de los muchos.
Una vez más, la incapacidad y sobrada ineficiencia de los gobernantes, aderezada por la corrupción de muchos de los funcionarios públicos, son los nefastos componentes que le han dado al traste a nuestra nación.
Tal parece que los aparatos ideológicos del estado, junto con el poder político perseveran en su intento de constituirse en el valor supremo e independiente, en tanto que el pueblo (o “súbditos”) seguiría siendo el “objeto” de las manipulaciones a favor de aquellos.
¡Espero estar equivocado!
@JROLDANA