Toques en genitales, asfixia con bolsas de plásticos y golpes, son las medidas utilizadas por fiscales para armar sus casos, denuncia víctima.
Le presentamos el caso de Edgar un joven que denuncia haber sido víctima de agresión y tortura de parte de elementos de la Fiscalía General del Estado, para que confesará y señalara a una persona como responsable del delito de robo de 69 armas de fuego desaparecidas de una de las instalaciones de la Secretaria de Seguridad Pública Municipal.
El joven narra que fue detenido sobre Prolongación Bernardo Quintana, por varios elementos de la Fiscalía General del Estado quienes en no presentaron ninguna orden de detención y lo subieron con lujo de violencia a la unidad.
Dentro de la unidad empezaron las agresiones verbales, la víctima iba esposado de pies y manos.
De acuerdo a su declaración presentada en su denuncia, le cubrieron el rostro con la gorra del chaleco que en ese momento llevaba puesto, para posteriormente golpearlo en cabeza, nuca y costillas, obligandolo a que confesara quien más estaba involucrado en el supuesto robo de armas, a lo cual él contestaba que no sabía de qué estaban hablando.
Después de un largo trayecto en el vehículo en el que reiteró lo iban golpeando, los fiscales lo llevaron a un lugar al que describe como un terreno baldío con dos cuartos, de color azul con blanco, posteriormente uno de los policías lo abrazo, sometiéndoló de los brazos, mientras otro más le colocaba una bolsa de plástico en la cabeza provocando en ese momento asfixia, mientras otro elemento más le apretaba los genitales y le pegaba en el estómago.
Los interrogatorios brutales como los calificó Edgar eran constantes, y los cuestionamientos sobre el robo de las armas también, en ese momento a lo lejos escucho a otra persona que también era torturada, a quien identificó como su conocido.
Lo tiraron boca arriba en un lugar que identificaban supuestamente los policías de la Fiscalía como la momia, o la técnica que le iban aplicar, ahí le dijeron según detalla, que “iba a confesar por que iba a confesar”, entonces, le vendaron la cabeza le empezaron a echar agua, y empezaron a golpear.
Posteriormente cubierto del rostro y manos uno de los fiscales, le apunto con el arma, cortó cartucho y jaló el gatillo, cuando gritó los policías se empezaron a reír, y le dijeron le iban a volar la cabeza y que lo iban a desaparecer a él y a su familia si no cooperaba, es más le mostraron fotografías de la fachada de su casa diciendo que tenían ubicados a sus seres queridos y que los iban a levantar.
A pesar de dichos actos de tortura la víctima se mantuvo firme, pues asegura que desconocía de qué le estaban acusando.
Ante su negativa de reconocer lo que los fiscales querían, le amenazaron con encuadrarle el delito de posesión de drogas, como agravante.
Después de varias horas, lo llevaron al médico legista en donde trato de denunciar los actos de tortura de los que fue víctima, sin embargo los fiscales que lo llevaban no se salieron del consultorio argumentando que eran instrucciones de arriba.
El caso no quedó ahí, le obligaron a firmar documentos en blanco, cuestionarios en los que el reconocía su participación, pero reitera todo fue bajo la amenaza de que si los denunciaba, le sembrarían drogas y armas, alcanzando una condena hasta 60 años de prisión.
Edgar señala que desde su celular los fiscales, estuvieron mandando a sus contactos mensajes, de que si querían droga, haciéndose pasar por él.
Los hostigamientos y amenazas han sido constantes, a lo que señaló como agresión psicológica.
Los hechos antes mencionados, se describen en la querella presentada ante el órgano de control interno de la Fiscalía General del Estado, el pasado 17 de abril del 2018.
Y por si se pregunta usted por qué es hasta ahora que denuncia esta persona, la respuesta es que apenas el pasado 4 del presente mes, fue citado a declarar en contra del policía municipal de Querétaro, y fue precisamente en audiencia pública que él y otras dos mujeres más denunciaron los actos de tortura ante el juez que llevaba el caso.
A continuación le presentamos la declaración de la víctima de quien por obvias razones omitimos su rostro.