EDUARDO ROLDÁN. Internacionalista, diplomático, analista político y escritor.
A Corea del Norte le interesa el reconocimiento diplomático por parte de EE.UU pero desea negociar desde la fortaleza. Sólo así podemos entender mejor la necesidad estratégica de Corea de Norte de buscar la negociación con EE.UU y aceptar su participación en la Cumbre de Singapur (12 de junio de 2018). En ésta no se habló de un tratado de paz. Lo interesante es que sí se acordó el establecimiento de una nueva era de relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte, la suspensión de los ejercicios militares conjuntos EE.UU-Corea del Sur, etc. (Roldán, 2019:159-160). Yo interpreto que, de acuerdo con el avance de las negociaciones, podría llegarse incluso al reconocimiento diplomático por parte de Washington en el futuro. Esto tiene mucho que ver con la invitación verbal que le hizo Donald Trump a Kim Jong-un, en Singapur, para que lo visite en la Casa Blanca.
El presidente Trump se comprometió a brindar garantías de seguridad a la RPDC, y el presidente Kim reafirmó su compromiso firme e inquebrantable con el fin de completar la desnuclearización de la Península Coreana. Convencidos de que el establecimiento de nuevas relaciones contribuiría a la paz y la prosperidad de los coreanos y el mundo, y reconociendo que la construcción de confianza podría promover la desnuclearización de la Península de Corea. La cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-Un en Singapur fue un quiebre histórico; marcó el inicio de un camino sinuoso y largo para la desnuclearización completa, verificable e irreversible de la Península Coreana. Fue el inicio de un diálogo y proceso de negociación que podrá durar años (Roldán, 2019:164).
El encuentro de Singapur generó una esperanza para encontrar la paz mundial de un problema añejo que ya tiene setenta años. La condición de la desnuclearización completa comprende la destrucción de todos los arsenales, pero el proceso de negociación podría permitir a los expertos de Estados Unidos y a los de la Organización Internacional de Energía Atómica supervisar la destrucción de las instalaciones nucleares y que, una vez tomada está decisión, no se pueda regresar a la carrera nuclear de Corea del Norte.
Trump podría ofrecer un levantamiento paulatino a las sanciones impuestas a Corea del Norte, además de brindar suficientes garantías de apoyo para el desarrollo económico del Norte, a cambio de su buen comportamiento o cumplimiento de los acuerdos formulados en
Por otra parte,la cumbre de Hanoi (27-28 de febrero de 2019) se efectuó de acuerdo con lo planeado por Stephen Biegun, representante especial de Estados Unidos para la política sobre Corea del Norte, y su nuevo homólogo norcoreano, Kim Hyok-chol. Reitero lo que señalé en su momento respecto a la cumbre celebrada en Hanoi (Roldán, 2019:164-169):
“Los factores fundamentales de su fracaso fueron los siguientes: 1. Corea del Norte pedía que Estados Unidos levantara las sanciones por fases. 2. A cambio, Corea del Norte propuso desmantelar la instalación nuclear de Yongbyon. 3. Si bien, Estados Unidos había aceptado en principio el levantamiento y desnuclearización por fases, cambió de actitud en el último momento, pues consideró que Corea del Norte tenía otros sitios nucleares. 4. El factor determinante fue John Bolton, consejero de Seguridad Nacional, y Mike Pompeo, secretario del Departamento de Estado, quienes convencieron en el último momento al presidente Trump de regresara a la postura original de Estados Unidos: que, primero, Corea del Norte se desnuclearizara de manera completa, irreversible y verificable, y luego Estados Unidos levantara las sanciones. Así, se enfrió la cordialidad existente hasta esos momentos. No obstante, Trump declaró antes de su regreso a Washington que dejaba abierta la opción para otro encuentro, dejando en el aire el último vestigio donde comenzó la Guerra Fría”.
Al marco anterior yo agregaría un quinto elemento. Considero que Bolton convenció a Trump de postergar lo que se iba acordar en Hanoi para ubicarlo más cerca del proceso electoral presidencial del 2020. Esto con el fin de mostrar que él podría hacer lo que ni Obama, ni Bush pudieron hacer: dar más paz y certidumbre a sus electores.
Al respecto, es necesario hacer constar que, tras el fracaso de la cumbre de Hanoi, el ministro de Asuntos Exteriores de Corea del Norte, Ri Yong-ho, dijo que “el Norte había demandado una disminución parcial de las sanciones, dado que consideraba que sería una carga para Washington tomar medidas en el sector militar, y que, para Pyongyang, las garantías de seguridad eran más críticas en el proceso de desnuclearización”(Roldán,2019:170).
El contacto entre Estados Unidos y Corea del Norte ha sido mínimo desde la fallida cumbre en Vietnam. No obstante, el 11 de abril de 2019, Trump mostró su disposición a una tercera cumbre, durante una reunión que sostuvo con el presidente surcoreano, Moon Jae-in, en la Casa Blanca. Pero se mantuvo firme en su negativa a hacer concesiones económicas a Pyongyang, aunque se mostró “dispuesto a alcanzar acuerdos pequeños con Corea del Norte que no necesariamente tengan que ver con la desnuclearización”. Además, el 30 de junio de 2019, Trump y Kim se reunieron brevemente en el paralelo 38. Fue un encuentro simbólico muy publicitado mismo que generó espectativas. Así en ese contexto, y en respuesta a las declaraciones de Donald Trump, el 13 de abril de 2019, Kim Jong-un expresó, en un discurso ante la Asamblea Suprema del Pueblo, que aún “estaba interesado en reunirse con el presidente Donald Trump nuevamente, sólo si Washington se presentara con la actitud correcta” y que esperaría “hasta el 31 de diciembre de 2019 para que Estados Unidos se mostrara más flexible. En pocas palabras, Kim Jong-un mencionó la necesidad de dar una “solución constructiva” al progreso estancado en las negociaciones sobre la desnuclearización.
En suma, la amenaza del programa nuclear norcoreano es multidimensional. Corea del Norte procura mantener abierta la vía de negociación con Estados Unidos y en el Grupo de los Seis, por un lado para beneficiarse de las ayudas económicas y técnicas que les sirven para mantener su poder. En ese contexto, el líder norcoreano Kim Jong-un prometió, el 1 de enero de 2020, continuar avanzando en la disuasión nuclear e introducir una “nueva arma estratégica” en el futuro próximo, después de que Estados Unidos dejó pasar el plazo límite (31 de diciembre de 2019) para reiniciar las conversaciones de desnuclearización. Es evidente que el término de la moratoria a las pruebas nucleares y de uso de misiles balísticos norcoreanos aumenta de nuevo la tensión en torno a la amenaza nuclear en la región del Noreste Asiático.
Kim añadió “no hay fundamento para mantener durante más tiempo este compromiso unilateral”. Kim acusó a Washington de hacer “demandas similares a las de los gánsteres” y dijo, en una reunión del Partido de los Trabajadores, que el alcance de la disuasión nuclear dependerá de la actitud de Estados Unidos, lo que dejó abierta la puerta al diálogo. Por su cuenta, el presidente Trump expresó desde su residencia en Mar-a Lago, en Florida: “Haremos lo que tengamos que hacer, pero él (Kim) firmó un acuerdo en el que hablaba de desnuclearización […] Creo que es un hombre de palabra, pronto lo descubriremos”. Ante estas declaraciones sólo queda dar tiempo al tiempo. Pero lo cierto es que desde mi perspectiva personal considero que todo ello es una estrategia de Estados Unidos para alargar el tiempo para una plausible negociación cercana a las elecciones presidenciales de 2020 y presentarse ante el electorado estadounidense como el presidente estadista que logra la desnuclearización por fases de Corea del Norte a cambio del levantamiento de sanciones a Norcorea por fases en un quid pro quo.
En ese entorno Corea del Norte y EE.UU plausiblemente regresarán a la espiral de acción-reacción: el chantaje nuclear, la condena global, las sanciones, la distensión, las negociaciones y los acuerdos. Liturgia recurrente que se ha repetido en múltiples ocasiones.
BIBLIOGRAFÍA.
ROLDÁN, Eduardo (2019). El mundo convulso de hoy. México, AMEI.