NO FUNCIONARON AÑOS DE SIMULACROS

TRAS LA VERDAD

México conmemoraba 32 años del sismo del 85, se habían hecho simulacros para prevenir y evitar mayores siniestros en casos semejantes; pero, jamás imaginamos que volvería a retumbar su centro la tierra el mismo día y mes: ¡Otro sismo nos sorprendió!

 Y las desgracias no se hicieron esperar, edificios, casas y otros inmuebles se colapsaron causando muerte, destrucción y caos. La autoridad se volvió a ver rebasada por la magnitud de los daños para dar atención pronta y oportuna; la sociedad civil acudió una vez más en auxilio de los miles de afectados. El caos se apoderó del ambiente, ahora los daños se extendieron a varios Estados, no solo en la CDMX, también alcanzó a Puebla, Morelos, Estado de México.

 Los medios de comunicación televisivos daban a conocer las escenas dantescas y secuestraban información de las redes sociales en las que se describía infinidad de daños y derrumbes -“en vivo”- de inmuebles; algunos medios y redes sociales difundían escenas de cuerpos de personas inertes que yacían en las calles junto a montones de material de construcción que cayó sobre sus cuerpos, causante de sus muertes.

 Miles de manos mexicanas que brotaron de pronto en ayuda de aquellos que sufrieron algún daño; de aquellos que fueron literalmente “enterrados” bajo los escombros de construcciones derruidas por la furia de la naturaleza para salvar a todos aquellos que estaban vivos bajo las ruinas.

 Se pudo observar a través de esos medios de difusión –formales e informales- cómo eran salvados algunos menores que salían de agujeros y otras personas que también fueron salvados por esas manos de soldados y sociedad civil. Los trabajos y las ayudas solidarias y desinteresadas fluyeron de manera inmediata. Los elementos del Ejército Mexicano y la Marina, iniciaron de inmediato su delicada y valiosa labor en apoya de la sociedad civil.

 Muchos países se solidarizaron con la tragedia por la que atraviesan los mexicanos, enviando ayuda para socorrer a quienes cayeron en desgracia por la sacudida de la tierra en esa zona sísmica. Explosiones causadas por las fugas de gas agudizaron en algunos casos la tragedia.

 Como sociedad volvimos a dar cuenta de la falta de organización que persiste entre nuestro pueblo; leyes que no prevén casi nada en estos casos de desastre. Así las cosas cada quién actúa de acuerdo a su “bondad” y no conforme a protocolos, reglamentos y leyes que obliguen ordenada y coordinadamente a entrar en acción en conjunto, tanto la sociedad civil como las autoridades.

 Ejemplo de ello, deben ser los hospitales privados, que deben brindar servicios gratuitos en casos de desastre; transporte gratuito y obligatorio no solo el público, también el privado; ningún cobro en la zona de desastre; abrir las 24 horas del día las farmacias y reducir los precios de todos aquellos productos necesarios para atender las desgracias como alcohol, gasas, pastillas para mitigar los dolores, hilo para operaciones, etcétera; entrega gratuita de alimentos por parte de grandes centros comerciales; suspensión obligatoria de labores y en escuelas para evitar congestionamientos. Comunicaciones telefónicas y electrónicas gratuitas Los ejemplos pueden ser muchos.

 Lo cierto que no hay legislación alguna que disponga ordenadamente qué y cómo atemperar esta clase de tragedias de miles por causas “naturales”. Los constructores obligadamente deben aportar toda su maquinaria de manera gratuita para ayudar en las labores de rescate. A falta de legislación, de manera voluntaria cada parte se va sumando con lo que cree o quiere aportar.

 Dada la magnitud de los desastres el gobierno en sus distintas instancias, municipal, estatal y federal, se ven rebasados. Incluso los delincuentes a falta de solidaridad arremeten en contra de la sociedad, muchos son asaltados, otros participan en labores de rescate para saquear el poco patrimonio de lo que quedó después de un derrumbe. El caos es aprovechado ante la falta de una legislación que coadyuve a ordenar el rescate de los damnificados. Los gobiernos ofrecen lo que pueden y no lo que deben para alivianar la carga de los daños.

 A 32 años de aquel desastre que conmovió al mundo cuando se pensó que México había desaparecido, parece que no entendimos el enorme mensaje de la naturaleza; 32 años para organizarnos y no ha sido posible llegar a ello. Volvimos a fallar como sociedad. Seguramente ahora seguirán las imputaciones de culpas del por qué se volvieron a derrumbar tantos edificios, por qué causó tantos daños el temblor, por qué no llegó la ayuda oportuna y necesaria, etcétera. Al final todos somos responsables, tal vez unos más que otros, pero como sociedad no hemos podido avanzar en los casos de desastres.

 Por lo pronto la solidaridad ha sido un factor fundamental que ha vuelto a resaltar entre los mexicanos en casos de desastre; la mediana eficiencia y eficacia de las autoridades para atender el desastre; y la evidente falta de protocolos, reglamentos y leyes que logren ordenar la participación de la sociedad civil, empresarios y autoridades el cúmulo de esfuerzos para salir adelante en el menor tiempo de los desastres. No es posible seguir dejando a la improvisación la solución a los grandes problemas.

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