Ciudadano de a pie
¿Venganza? Algunos afirman que el aumento a la tarifa de RedQ es una revancha política contra los ciudadanos, a manera de castigo por no haber votado por el PRI en el pasado proceso electoral.
¿Será? No puedo jurar que así sea, sin embargo, sí puedo decir que, para mí, es una decisión tomada por alguien que ya no tiene nada que perder. Total, la gente ya hizo su elección y ya no hay que llenarle el ojo a nadie.
Soy consciente de que es imposible sostener una tarifa durante la eternidad sin incremento. Ese beneficio o “subsidio” algún día revienta, siempre con costo para el consumidor. Lo que pasa es que, desafortunadamente, tampoco es una decisión que se pueda dejar en manos de los concesionarios, porque se prestaría a abusos y arbitrariedades. De ahí que sea el gobierno quien tenga que actuar como regulador.
Pero sucede que todo aquello relacionado con el transporte público como son las concesiones, los permisos, la normatividad, los sindicatos, la tarifa y hasta los usuarios se manejan como capital político. Por ello, las decisiones pocas veces tienen que ver con establecer condiciones justas para los involucrados usuarios, choferes y concesionarios.
El servicio de transporte público es deficiente… de hecho, es pésimo. Desde las paradas bañadas de sol, el insoportable tiempo de espera, el trato (o más bien, maltrato) de los choferes, los asientos (cuando te toca la fortuna de ir sentado), la música, la limpieza, la conducción, los accidentes… y así una larga lista de fallas y más fallas que caracterizan a RedQ, incluso antes de que llevara ese nombre.
El incremento a nadie le dolería (o dolería menos) si la gente estuviera contenta con el servicio, pero lamentablemente no es así. El viaje no lo vale: se percibe caro, porque es un asco.
Es triste, pero esta decepción casi siempre se descarga con los choferes, cuando en realidad ellos también son, en parte, de los afectados. Aquellos que no son dueños de la concesión, sino que solo “trabajan” el camión, muy probablemente no reciben una remuneración adecuada, tienen horarios muy pesados, condiciones pésimas para su salud (no pueden ir al baño o comer decentemente, por ejemplo), reciben toda la ira diaria de los usuarios, entre otras muchas cosas que seguramente hacen que su trabajo no sea el más óptimo.