“México: el agua y su probable extinción”. José Dacosta.

Urgente llamada de atención para toda la gente que habita en este hermoso planeta, llamado Tierra, para que cuide, preserve, administre con base en una cultura del agua y que estemos todos en condiciones de seguir gozando y viviendo en armonía con nuestro entorno, a la vez que debemos respetar lo que la madre naturaleza nos ha concedido y que imprudentemente la hemos degradado de manera importante; el agua, su calidad y pureza, difícilmente contaremos con ella.

La escasez del agua es ya un verdadero y creciente problema de abasto del vital líquido mundial; para el 2025 se estima que cerca de una cuarta parte del planeta la presentará. Este es un gran reto para la sociedad global.

El agua subterránea es parte fundamental del ciclo hidrológico, el más importante en cuestiones de reserva para la humanidad, no se trata sólo de la que se ubica en la parte superior de la corteza terrestre, como la lluvia, escurrimientos, el lago, mar lagunas.

Representa el 4% del total del total del agua del planeta; en tanto que el agua de los ríos, lagos, presas, la atmósfera, en los seres vivos es menor del 0.01%, en los polos se concentra el 2% y en el mar cerca, como agua salada, el 94%.

México se localiza en la misma latitud geográfica de los grandes desiertos del mundo; el 70% del territorio en su parte centro y norte conserva semi árido y árido; la disponibilidad del agua es muy limitada. Desafortunadamente, en estas regiones se concentra la mayor parte de las actividades de centros urbanos y de producción, incidiendo en el desabasto, acopio y excesivo consumo de agua.

El agua subterránea es la única fuente de agua para uso potable, doméstico, riego agrícola, pecuario e industrial en el centro y norte de México.

Poco más de 75 millones de mexicanos y más del 40% de la agricultura dependen del agua subterránea.

Por el contrario, en el 30% restante del país el clima es húmedo y el agua superficial es abundante.

Caso específico nos referiremos a la sobre explotación que en México hemos hecho de lo que se conoce como contenedores geológicos (o genéricamente como mantos acuíferos), donde el agua “joven” ya nos la hemos acabado. Como reserva, tenemos el agua subterránea, considerada bastante añeja.

Esa agua -en condiciones naturales- se ubica a partir de los primeros metros del subsuelo, pudiendo llegar a varios centenares de metros de profundidad, en tanto que se someta a una extracción excesiva. Existen tres tipos de acuíferos: de grava y arena, en rocas fracturadas

Existen diversas investigaciones realizadas por varios expertos que han estado escudriñando este tipo de tópico, uno de los que destaca es el experto mexicano, el doctor Marcos Adrián Ortega Guerrero, (maog@servidor.unam.mx), Investigador Titular del Centro de Geociencias de la UNAM (Campus Juriquilla, Querétaro) y Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel III (SNI), que en su estudio intitulado: “Situación del agua subterránea en México: una experiencia científico-legislativa y sus implicaciones”, refiere que la edad del agua subterránea es de 10 mil a 35 mil años; el agua joven -es un recurso no renovable a escala humana-, ya se utilizó.

El mismo investigador universitario señala que “con la edad del agua se están incorporando contaminantes presentes en los flujos profundos del acuífero que ahora migran hacia zonas superiores, tales como el arsénico y fluoruro, que afectan severamente a la salud humana y del sodio que daña progresivamente la producción agrícola.

Adicionalmente, el agua joven proveniente de las lluvias, ingresada a los acuíferos ya se agotó; en México, el agua que está extrayéndose en la actualidad ingresó al subsuelo en un periodo de entre 5 mil y 35 mil años atrás.

El agua del subsuelo viaja de manera lenta y puede tener tiempos de alojamiento de unos cuantos años hasta miles. En algunas regiones geográficas del globo terráqueo se han llegado a detectar aguas cuyas edades fluctúan de los 30 mil a los 50 mil años. Si esa agua se extrae y utiliza irresponsablemente, se agotará y o contaminará, con sus correspondientes y críticos impactos en la sociedad, la salud y en las economías regionales.

Tristemente, el agua subterránea se puede contaminar por el inadecuado manejo de la basura urbana-rural, agropecuaria e industrial, ya que el agua de lluvia tiende a formar concentración de contaminantes en el agua que circula por ellos y transportarlos hasta el acuífero, contaminándolo de manera funesta.

La contaminación del agua en el ámbito regional, obedece a los profundos recorridos y de largo tiempo, ya que se encuentra con rocas que contienen minerales tóxicos en altas concentraciones dañinas para la salud humana, como el flúor, arsénico, o de los elementos nocivos a las plantas, con alto contenido de sodio, que limita el proceso de la fotosíntesis.

Ejemplos hay varios, en los estados de Guanajuato y por sus similares condiciones geográficas, es muy factible que también suceda lo mismo con el estado de Querétaro, donde el agua subterránea ya no es recurso renovable a escala humana, los acuíferos no se recargan o alimentan cada año, como es el caso de los “métodos de balance” estimados para calcular la disponibilidad del agua subterránea en México y que es propuesto por la Comisión Nacional del Agua (CNA), así como de las correspondientes comisiones estatales basados en su “balance anual”, donde 20% del agua de lluvia se infiltra, no se aplican.

La disponibilidad del agua en el subsuelo es menor a la estimada por las autoridades; los criterios administrativos (burocráticos, de oficina), por encima de los cálculos científicos. Esto propicia que se esté acelerando la crisis hídrica del agua subterránea.

No se han considerado los límites reales de acuíferos en los estados, ni reconocen la limitada situación de recarga de los mismos, por lo tanto, los pronósticos son irreales; se basan en meras suposiciones.

La capital del estado de Querétaro y la Ciudad de León, en Guanajuato son ejemplo claro de le extinción de los mantos acuíferos, se encuentran en grave proceso de agotamiento, aún y cuando se construyan obras de captación y conducción de decenas de kilómetros para “paliar” temporalmente la demanda de agua para el consumo humano; aunado a la presencia creciente y constante en cuanto al contenido de flúor, arsénico y sodio.

Luego entonces, la triste realidad es que existe serio déficit del agua en los acuíferos y se le oculta a la gente común la gravedad de la prevaleciente situación.

Muchas veces las autoridades federales y estatales reportan y “maquillan” cifras y emiten cifras erróneas, haciendo creer que no es tan grave la situación.

El doctor Ortega Guerrero advierte que se debe atender integralmente la situación del agua subterránea y su inmediata resolución tiene que considerar diferentes alternativas relacionadas con el manejo de los acuíferos y planear equilibradamente el desarrollo social, económico y de los recursos naturales a escala regional, haciendo de su manejo sostenible y sustentable.

Triste y penosamente para quienes extraen más e irracionalmente el agua subterránea se les autoriza extraer más, a expensas de zonas vecinas de los acuíferos; además de la prevalencia del incremento desproporcionado de las concesiones de pozos.

Datos estadísticos hay muchos y arrojan en su mayoría que más del 50% de las concesiones, de los volúmenes de extracción de agua subterránea, autorizadas por la Comisión Nacional del Agua (CNA) exceden la segura disponibilidad de agua en el acuífero; éstos prácticamente están decreciendo.

Para lo cual se hace necesario que en la misma proporción en que ocurran descensos, habría la necesidad de reducir la extracción en la misma proporción.

En la medida en que subsista ese problema, seguramente las zonas de acuíferos con poco espesor se estarán quedando sin agua, otras más correrán el mismo riesgo en muy poco tiempo; ello podría impactar en la producción de alimentos, salud, calidad de vida, en la industria de la transformación, en el comercio, en la gobernabilidad, en el desempleo, entre los más importantes.

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