“Frecuencias”.
Ya ni la burla han perdonado tanta cantidad de presidentes de la República Mexicana (en turno), no se diga de quiénes han ocupado el cargo de directores generales de la empresa para-estatal Petróleos Mexicanos (Pemex), cuando señalaban que “éramos y gozábamos de la soberanía energética”.
De esa compañía, que -por muchos años- inyectaba gran cantidad de dinero al presupuesto federal (y estatales) por concepto de la venta cautiva del combustible. Pese a ello, sexenio tras sexenio, Pemex estaba desangrándose impunemente.
Derivado de los pésimos gobiernos sexenales, aunado a los mediocres manejos del presupuesto público y de la rapacidad en la manera en como se han conducido los distintos funcionarios de Pemex, que no se preocuparon en disminuir y controlar los despilfarros en el gasto corriente.
De la misma forma, no encararon de manera frontal la corrupción, misma que aún prevalece y que se ha estado haciendo en contubernio con los líderes sindicales, como son la “venta de plazas laborales”, ofertas indiscriminadas de obras para la prestación de servicios, sin mediar Convocatoria de Licitación pública y abierta, tal y como la establece la normativa interna.
O por la renta de pipas que -paradójicamente- muchas son propiedad de los mismos líderes regionales de Pemex.
Lo anterior derivó en el desvanecimiento de la petrolera mexicana. Al grado que actualmente importamos poco más del 70% de productos refinados del petróleo; se cuenta con escasos días de inventarios.
En síntesis, No gozamos de una “soberanía, ni mucho menos de la independencia energética”.
“El problema del hurto de los ductos de Pemex”.
Volviendo al tema central de las penurias energéticas y para agudizarla aún más, observamos que en meses recientes se ha incrementado importante cantidad de combustible robado (o extraído) de ductos propiedad de Pemex, tendidos a lo largo y ancho del territorio nacional.
Fuentes de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y de Pemex señalan que suman entre 15 y 30 mil millones de dólares de pesos la pérdida financiera, debido al coludido hurto del combustible en los kilométricos ductos.
Lo antes descrito aumenta el sobre precio del pago que cada uno de nosotros realizamos en la compra de los litros de gasolina. Además del pago de impuestos que mes a mes efectuamos ante el Sistema de Administración Tributaria (SAT), de los que puntualmente sí declaramos.
Resultado de esto último, se destinan recursos federales anuales para el beneficio directo de Pemex.
Por cierto, existe un capítulo relacionado con la tarifa especial denominada “Prevención del delito”, en la cual se estima la cuantía de robos, además de que añade inversiones por concepto de vigilancia, seguridad y en el monitoreo de ductos, propiedad de la para-estatal.
De todo ello, los consumidores cautivos lo pagaremos y seguiremos costeando, al comprar el combustible; aparentemente, no lo resentimos.
En síntesis, el gravoso costo propiciado por la “ordeña” (hurto de gasolina) se traslada al mercado de las gasolinas y lo que trae implícito en toda la interminable cadena productiva: industria en general, intermediarios y consumidores finales.
Muchas personas consideran que en el trabajo y operación de esta sangría del vital recurso natural participan, desde el personal de campo de Pemex, sus líderes sindicales y funcionarios de dicha empresa, que conocen muy bien la manera en cómo funcionan los ductos, así como de los niveles adecuados de la presión, de los sensores de movimiento y la cantidad estimada del suministro del combustible transportado.
Los tramos más vigilados del país en la “ordeña” de los ductos de Pemex son el Norte y Centro. Ejemplo, entre Ciudad Madero (Tamaulipas) y Cadereyta (Nuevo León), ya que ahí existe gran presencia del crimen organizado y una de las 6 refinerías de Pemex.
Otros son, la Zona Sur-Centro-Golfo-Occidente, donde se incrementan los costos de poco más de 50 pesos por barril, por el concepto de vigilancia de ductos.
Las entidades con más incidencia de robos y extracción del combustible son Nuevo León, Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Oaxaca, Puebla, Ciudad de México, Estado de México, Morelos, San Luis Potosí, Zacatecas, Guanajuato, Querétaro, Jalisco y Aguascalientes.
Pareciese que nuestros gobernantes aún no encuentran soluciones concretas en el día a día de este tipo de problemas que debilita a parte importante de la economía nacional.
“Similitudes en el petróleo y en el sistema alimentario”.
Existe una gran coincidencia en estos dos importantes rubros que nos aquejan a los mexicanos, sobre todo en cuanto al tema de economía agrícola y de la alimentación, ya que importamos el 90% de la soya, el 60% del maíz, los empresarios de este sector están en negociaciones con sus contra-partes de la nación brasileña, para importar de esa nación, resultado de las serias reticencias de la administración de Donald Trump para abastecerle al campo mexicano; y el 80% de frijol.
Por mucho que el titular de la Sagarpa, José Eduardo Calzada Rovirosa se jacte mediáticamente, como es su marcado estilo personal, de difundir por cuanta cobertura informativa sea posible -con el altísimo costo publicitario que ello implica- acerca de que “el campo mexicano se encuentra fuerte y vigoroso”. Ésta es una gran falacia.
Sin embargo, conviene destacar que, a poco más de 30 años, el campo mexicano ha sufrido el abandono de esos productos. No hemos podido ser Auto-suficientes.
Lo mismo ha sucedido en el apartado de la energía eléctrica -misma que de ella es importada de Estados Unidos- y de los productos derivados del petróleo.
@JROLDANA